Nadieland

Todos los lugares comunes son un fracaso, predisponen la mente a encontrarte con algo ya visto o contado. Me dispongo a evitar todos los lugares comunes para explicar lo que sentí en los conciertos de Sr. Nadie y Maryland el pasado viernes 15 en la Sala El Sol de la capital.
Paso de decir el ex-, paso de decir el antes era en inglés, paso de decir todas las canciones que cantaron, paso de hablar de las luces, paso de hablar del sonido... porque el único lugar común que quiero para mis palabras es aquel donde comparto lo que me gusta de la música con aquellas personas que (la) aman.

Una isla se queda pequeña para encerrar emociones que nacen allí mismo, pero que son demasiado universales como para no atreverse a conquistar el Sol.
Sr. Nadie es una banda de rock, de pop, de noción, de intensidad, de cuatro personas que se juntan para dar alas a unas palabras rotuladas por un alguien que se decide a llamarse Nadie, porque nadie hace lo que él hace.
El espíritu nunca cambia, lo más sexy del directo siempre se mezcla con lo más dulce y lo básico se interpone a lo complicado para superarlo a base de humildad, sencillez y acierto.
La nada es un todo donde habitar, donde reiniciar y volver a navegar en las velas fuertes de una embarcación tripulada con corazón, cabeza y lealtad. Y ese todo se afirma en conciertos como el del viernes. Todas las canciones vibran, viven y respiran dentro de la banda, son únicas y a la vez universales. Conquistan ciudades, playas, espacios, meses y cabezas por igual. Te conquistan. Te respiran.
Dios no está, no le veremos jamás... no nos hace falta, ni tú ni yo necesitamos creer en algo intangible cuando lo que sentimos con el mismo corazón es la música que trenza nuevas vidas.
No es fácil, no lo es, pero sí es posible. Latir de nuevo, abrir la jaula, levantar el ancla de un pasado que recuerdas en un presente para elaborar, con mano firme, un futuro que es de Nadie.

Y en ese futuro presente, tú eres nadie.

Las sorpresas siempre llegan en momentos que no esperas, esa es la definición que define algunas de las cosas más importantes de la vida de cualquiera. La sorpresa de abrazar lo que Maryland hace me puso en el camino de la guitarra para aislar a base de poder energético lo que la vida te desvela cuando menos te das cuenta.Y es que los pozos pueden ser muy oscuros, privados de la luz del sol, incluso muertos, sin chispa ni ilusión. Encauzar y apuntar hacia una nueva dirección siempre asusta, pero hallar el click necesario que te da el valor para saltar sin rencor, es perfecto.
Las fronteras no existen cuando la decisión es sincera y atrevida. Cualquier piedra se convierte en polvo si la pisas fuerte y aplicas la mejor distorsión: la de estoy aquí para jugar y quiero ganar. Así se presentan los Maryland actuales, sin ataduras, volando por los aires los puentes que se encuentran en su ruta que viene de finales y que salpica más vida que nunca. Una energía que sobresale en directo, como siempre, pero que ahora vuela más alto, casi hasta el cielo, sin stops y sin curvas. Una línea recta que marca un nuevo viaje en el que las almas rompen de dos en dos para iluminarse en una puesta en marcha que roza lo imparable desde su mero inicio.
Esta vez se proponen romper, están listos, como una bomba atómica perfectamente pertrechada y que sabe que hacer. Las botas pisan fuerte el acelerador y calan los huesos para darle a este nuevo esqueleto un extra de peso emocional, lírico y sobre todo atronador, como sus guitarras.

Y en ese esqueleto emocional, tú eres el hueso más sólido.

Comunes son los lugares que sentiremos siempre que estemos delante de estos dos grupos puesto que los dos ponen melodías a lo que vemos frente a nosotros, el espejo que refleja lo que nadie jamás ha hecho.

Toe.

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