El delito del Niño y la suerte de la Pistola.
Niña, he cogido la pistola. Está cargada, pero no te preocupes, no pienso dispararla... todavía.
El salón de La Boite estaba preparado para el duelo entre rock, blues y psicodelia. Niño y Pistola paraban su caravana gallega en la sala madrileña, repostaban sus caballos de guitarras danzantes y circulares y nos enseñaban los dientes cargados de oro sacado de esa mina prolífica que siempre es Galicia.
Con su disco reluciente y sus pies acolchados por alfombras de kilómetros y kilómetros, las teclas lucían azules y abrían las puertas del salón para que Ella, tan dulce, escribiera las primeras páginas.
No lo hagas, no merece la pena. Recuerda que las carga el Diablo.
La psicodelia no tiene caminos marcados, uno se deja fluir dentro de unos paisajes poblados de acordes y riffs que van y vienen por dimensiones que te hacen cerrar los ojos en pos de una mejor realidad.
NYP no pueden ser menos, preparan su directo en dos trozos de pastel enormes. Solapan canciones sin freno ni pausa y escriben su cara A y su cara B con mayúsculas.
El Diablo está de mi parte, esto no tiene remedio... solo el que ponga yo, yo y mi pistola.
Los cincuenta dolares mejor usados son esos que te hacen ver la gracia de un dios que es capaz de conducir un camión lleno de iras y heridas hacia lo más profundo del bosque. Allí la redención pasa por verbalizar y gritar lo más alto que puedas un "Hemos tenido bastante". Ahora es el momento de la venganza, la patada para echar esos demonios y mandarlos lejos, muy lejos, tan lejos que solo sean un vago recuerdo en un camino que a partir de ahora, no mirará tanto atrás.
Está bien, si nuestra suerte está echada, al menos quiero mirarla a los ojos, de frente... sin miedo.
Resuenan ecos de las múltiples y floridas influencias de un grupo, NYP, que sabe lo que hace, hace lo que sabe y consigue enlazar los conceptos buscados y rebuscados con tal precisión que es difícil escapar de su efecto certero. Plegaron la alfombra de su reunión tribal y cerraron la noche con más dejarnos-llevar mientras sus ojos se cerraban viajando y sus sonrisas susurraban complicidad en el delito cometido.
Aprieto el gatillo, ¿oyes ese Bang? Será el último sonido para ellos y el primero de nuestra nueva vida, esa en la cual nos construimos, nos protegemos y... nos vengamos.
Toe y Pistola
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