La familia Modlin, fama hasta la eternidad.



Los Modlin suelen entrar en la vida de las personas, así, de forma casual, sin demasiadas florituras, tan solo colándose por la primera rendija que dejas abierta cuando escuchas a alguien que esté dispuesto a relatar suenganche con la familia americana.
Podría contaros la historia de Paco Gómez, autor del libro, podría hablaros de Margaret, Elmer o Nelson, los miembros de la familia, tal vez podría contaros que para mí ha sido todo casual y a la vez he sentido que la historia me rondaba desde hacía tiempo. Podría hacerlo y nada me lo impide, por eso lo haré. 
Hace unos meses, una desafortunada cadena de incidentes me impedía hacer realidad mis planes para pasar la Nochevieja en casa de unos amigos en Valencia, así que ni cortos ni perezosos, mi amiga y su marido se plantaban en mi casa para acompañarme en el último día del año. Conociendo sobradamente mi amor, desde niña, por el barrio de Malasaña decidieron contarme acerca de una familia de artistas que había vivido en la calle del Pez. En ese momento ellos no disponían de demasiados datos al respecto, tan solo que la historia salía a la luz porque el autor del libro, que hablaba sobre dicha familia, encontraba en la basura las fotografías, en extrañas posturas, que al parecer la matriarca utilizaba para después realizar unos cuadros no menos extraños. Mi fascinación por los Modlin nació ese día. Ahora ya nunca lo olvidaré. 

Al poco tiempo, devolvíamos la visita a nuestros amigos, y nos desplazábamos hasta Valencia, donde nos “presentaban” a Sebastian Melmoth, es este caso el pseudónimo de Oscar Wilde, escondía también un mágico lugar, una tienda de “curiosidades” en la que, entre otros objetos, estaba a la venta el libro de Paco Gómez; Los Modlin. Ávidos de conocer más sobre la extraña familia que habitó en la calle del Pez, el libro se vino con nosotros, transformado en el nuevo objeto de culto de mi amiga valenciana. Esa noche, todos curioseamos sus páginas, escarbamos en sus fotos, comentando, como debía haberse sentido Paco Gómez al ver aquel material tirado en medio del barrio de Malasaña. Rápidamente, reconocí el edificio en el que vivó la familia americana, y eso no calmó mi curiosidad, como yo pensaba que ocurriría. Desde aquella conversación a escasas horas de acabar el año, había caminado con la mirada más alta que de costumbre, intentando descubrir por mi cuenta, cuál de todos los edificios que la calle sería el que había contemplado la historia de Margaret, Elmer y Nelson. 
El interés de mi amiga por los Modlin iba en aumento, me contaba cosas, detalles, que me hacían querer más. Ella incluso se fabricó una bolsa en la que estampó la imagen de los Modlin para “sacarlos de paseo”, una forma de llevarlos consigo. Ella ya había terminado de leer el libro, y ávida, esperaba la visita de Gómez a Sebastian Melmoth para saber más de la historia, entre tanto nos informaba de que el autor del libro daría una charla sobre el libro en Madrid. Ir, no ir. Nos debatíamos entre el deseo, y a la vez el pudor de no estar relacionados directamente con la familia Modlin. Pero… ¡qué demonios!, era una oportunidad que si dejábamos escapar no sabíamos si volveríamos a tener opción de repetir. 

Os parecerá una tontería, pero me quise arreglar para ese primer encuentro, no con Paco, sino con el universo Modlin. Utilicé como objeto fetiche una pajarita de segunda mano que pocos días antes había llegado a mí desde una tienda de Malasaña. Y sin darme cuenta me encontré allí, sentada en una silla, con la única persona en el mundo que entendería mis desvaríos, y que a la vez se encontraba tan metido como yo en este nuevo y repentino fenómeno. Escuchaba a Paco hablar de cómo los Modlin habían llegado a él, de cómo casualidades no tan casuales le habían conducido por los senderos que llevaban a los Modlin, e incluso escuche a su cuñado, que fue quien avisó a Paco de que las fotografías estaban en la basura, darle las gracias por hacer de este mundo un lugar más mágico, y feliz, a través de historias que tenían que ver con el arte. Pero si he de destacar una por encima de todas las frases que dijo Paco en su charla me quedo con esta; "La gente que se acerca a ellos, siempre acaba haciendo cosas geniales en el mundo del arte". No puedo explicar porque esta historia se ha instalado formalmente en mi vida, tal vez porque estoy sumergida en un mundo en el que los que me rodean tienen talento a raudales, o tal vez porque vi clarísima la imagen de artistas luchando por conseguir sus sueños, pero algo ha hecho que este relato me haya calado más hondo que nada de lo que he escuchado últimamente.
Con nuestro libro bajo el brazo salíamos bajo la luz de la luna a buscar el coche, curiosamente pasábamos por delante de la inmensa puerta que cierra el edificio abandonado donde vivieron los Modlin, no podía evitar detenerme y hacerme una fotografía para enviársela a mi amiga. A medida que pasaban los minutos comprendía mil millones de acontecimientos que me habían ocurrido en la puerta de ese edificio, descubría pequeñas casualidades por las que esta fantástica historia siempre habían estado ahí, esperando que abriese los ojos para verla.
Ahora que el libro reposa a mi lado, y tan solo he leído las primeras páginas, no he podido evitar escribir estas líneas, porque sé que cuando lo termine, mi visión será diferente y esto, así tan pequeño, cargado únicamente de valor para mí, no tendrá sentido. Por eso os emplazo a que leáis estas líneas y os sumerjáis conmigo en el universo de los Modlin, para encontrarnos una entrada de Blog y 283 páginas después. Dice Paco Gómez que no podrás dejar de leer, ¡garantizado!

por Sh 



Comentarios

Rosa ha dicho que…
Mi encuentro con los Modlin también fue casual pero ya no tengo duda de que su historia me estaba esperando.Tengo de ellos el recuerdo que se tiene de personas que conociste y trataste. No puedo pasar por su portal sin mirar hacia las ventanas.
Rosa

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