Vivo en la Azotea.

--- JULIO DE LA ROSA ---

Dedicado a la Señora que provocó el final abrupto del concierto.


Live The Roof es una idea brillante que lleva varios años trayendo conciertos únicos a las azoteas de algunas ciudades españolas. En este nuestro año dos mil catorce, por fin, han logrado traer un pequeño ciclo a la capital del reino. Yo tuve la oportunidad de atender al Señor Julio de la Rosa en lo alto del hotel The Hat, al ladito de la Plaza Mayor.
El mejor matador de mosquitos de la música nacional hizo bien en acompañarse de muchos instrumentos, un cielo casi azul, licores cuarenta y tres y la escolta bonita de Helena Goch.
Ya era de noche cuando Helena inundó su voz de azotea llena de oídos que no paraban de mirar lo que dentro de sus canciones atrapa con una voz sencillamente bella. Un pequeño vistazo a lo que ella nos quiere enseñar, complicidad más que evidente con Julio y una canción a medias que pasaban la noche a los brazos del señor De la Rosa.

El inconformista es aquel que hace gala de que lo cómodo y conformado no vale para nada. Vueltas y más vueltas a sus canciones hasta conseguir que esa esquina del tejado fuera suya. Poco a poco, con su voz semi-tímida, su consparanoía sobre la fecha del Once S y sobre todo, con sus letras percutantes. Da igual la forma y el envoltorio que Julio quiera usar en la noche de autos. Sus canciones siempre te agarran, te hacen temblar y dejan tu atención y tu intención en ellas.
A eso se dedicó con empeño, con sus temas malditos, con sus hasta que te hartes, con sus que te jodan, con su eléctrica, con su acústica, con enchufe y sin él, con gesto poderoso y con sonrisa pícara y misteriosa.
El roce de las copas de 43 rompían de vez en cuando el silencio impactante de un público que dedicó su atención más sincera a no perderse absolutamente nada de lo que salía de esa esquina y de esos altavoces.

Vivo en la azotea, derribo techos, veo el ilimitado cielo allá arriba y sé que puedo hacer completamente lo que me da la gana. Esto es, exactamente, lo que parecía pasar por la cabeza de Julio cuando hacia el final del concierto vio y sintió como ya era ganador, que nos tenía en el bolsillo, donde guarda todas las balas de ese revólver que solo él sabe disparar con exactitud y sin errar.
Y del final, qué te voy a decir. Nuestra querida señora quería descansar bien en el hotel. Julio tuvo esa última deferencia, se desenchufó y nos mandó a casa con los susurros metálicos de los acordes que cerraban la caja bonita del regalo de la noche.

Toe.

pd: Sí, me llevé la cámara réflex pero tuve otra misión más importante, esas de las que abren puertas. Disculpad las instantáneas.

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