Maryland, estado de gracia

Premeditados, Nocturnos y con alevosía abrían la noche de par en par. La sala de la ballena blanca es uno de los sitios de sonido más refinado de la ciudad que llamamos capital del reino. Los de Alcalá rallaron a gran altura su contagioso pop de guitarras altas y letras melódicas haciendo que el aperitivo de entrada a la sala fuera más que apropiado para dar paso a los de Vigo.
Maryland se han marcado un tour completamente incombustible. Los Años Muertour, así es como llamo a su gira con Los Años Muertos, se ha pateado toda la geografía española. Y es que este disco ha supuesto la luz que marca la salida del pozo de almas, esa cámara donde muchos y muy buenos grupos navegan gustando a minorías y asomando muy a poquito la cabeza en lo que podemos llamar "la escena alternativa".
Los gallegos más puristas del powerpop que existen, decidieron tomar el escenario para celebrar con contundencia, sin interrupciones y con kilos y kilos de energía, su fin de gira oficioso en Madrid.
A sabiendas que era una noche de fieles seguidores usaron y sudaron sus camisetas local (castellano de nuevo LP) y Visitante (el añorado inglés weezeriano) sin ninguna discreción y con toda la intención.
La identidad de una banda es algo que actualmente escasea. Inundados por un barrizal continuo de clichés que buscan el éxito instantáneo, los espectadores no estamos acostumbrados a ver como una carrera de fondo, defendida desde las trincheras, con las insignias ganadas con kilómetros y esencias trabajadas desde un talento lleno de sacrificio, paciencia y pundonor, llega a su cúspide en la madurez creativa de esta banda gallega, eternos high-schoolers del power pop más vibrante.
Y así fue esta noche en la Moby Dick, su primera moby. Un ejercicio sin trabas y a borbotones de canciones cargadas de electricidad, estribillos con gafas de pasta negra y la inocencia de una banda que siempre brilla en el escenario como si fuera esa misma noche su primera vez. 
Sonaron todas, nada en el tintero, era la noche. Los cinco cómplices supieron cometer su cometido, cumplir su misión, arrasar con su jet ruidoso y delicioso toda la pista. 
Ni siquiera la tonelada de confeti que siempre llena su caleta del sol puede ni podrá ocultar lo evidente: Maryland son únicos, en lo que hacen y en lo que son, en las trincheras, de visitantes, de locales, en alma, en cuerpo, en mente... simplemente no son la media.
Gracias por esta gira que tanto he disfrutado, visto, reído y convivido. Esta es, sin duda, una de las mejores formas de celebrar que lo vivo siempre está por encima de lo muerto.

Toe.


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